Multitud y multiplicación
Perdura aún la estela de una gran fuerza que llamamos técnica. De ella nació una de las invenciones más revolucionarias para el mundo de las imágenes: el cine. Al tiempo que a través de la ciencia y la inventiva del siglo XIX se quería atrapar el movimiento, la vida inicial del cine, fulgente y algo torpe, se unió a un sinfín de atracciones visuales en las que la sensación de movimiento en lo inanimado conquistó para siempre nuestra percepción. Antes, pero también simultáneamente, de que la imagen en movimiento fuera hegemonizada por el cine, se multiplicaban los artilugios con espejos y juegos de sombras como formas de la ilusión y la fantasía. Son los elementos de la prehistoria de lo que luego el cine logró imponer como el arte de la imagen en movimiento por excelencia. Sin embargo, el reflejo de un espejo, el juego de sombras o la manipulación analógica de algunas clavijas nos sigue despertando un asombro pretérito, una maravillosa ilusión.
Esa fantasía se reanima en el encuentro de las obras de Sergio Lamanna y Luis Rodríguez. En épocas en el que aún necesitamos mantenernos a distancia y visitar las exposiciones mediante citas y planificación, estos artistas proponen Restos del aquí, e invitan a dejar restos del pasaje por la sala ante un conjunto de espejos que estallan la imagen, junto a la reunión de piezas articuladas esperando a ser manipuladas. Son artistas con investigaciones aparentemente disímiles que proponen un particular espacio de encuentro entre el cuerpo y la obra. Un espacio donde reflejarse, verse fragmentado y expandido en cientos de partes, donde una mano activa formas adormecidas que despiertan con un movimiento sencillo y mínimo, aunque poderoso. La invención y el artilugio operan como una manera de reunir una simulación de multitud a través de la multiplicación de partes, del encastre de formas o la superposición de transparencias.
Lamanna le impone al papel una potencia inusitada a través de figuras móviles corporeizadas por la transparencia de la luz proveniente de la simulación de un espacio infinito y universal. Mientras que en su obra se percibe la simpleza y la fuerza del papel en un conjunto de superposiciones, Rodríguez utiliza un material casi opuesto a su elasticidad y blandura. Elige un material frío, pétreo y rígido, aunque con un encanto especial por sus brillos. El espejo y el vidrio nunca dejan de sorprender, de crear un mundo donde hay reflejo, de imaginar un espacio donde hay un plano, de ver lo único cuando es repetición.
La transformación del material proviene de la repetición de acciones, cortes reiterados, formas diagramadas y plantillas de corte. Una estética de la multiplicación que existe también en la manera de nombrar las obras. Las de Rodríguez, aunque abstractas, tienen títulos muchas veces caprichosos pero que remarcan la posesión del reflejo fragmentado. Con tonos azules y plateados, Seguime puede ser un canto de sirena o el espejo de Narciso para quien se posa en frente, y en Mi camuflaje la forma geométrica multiplicada pude brindar un refugio que se acerca a la forma de caparazón o escudo. Esta multiplicación de la forma y el reflejo, se activa en la obra de Lamanna con la manipulación y el movimiento. En la pieza Para la convivencia, los aros entrelazados necesitan de la coincidencia y el acuerdo de dos para producir la acción. Del mismo modo que en Andrógino, trayendo al mito del amor, la idea del uno y el doble reanima, como en Ghost, la necesidad del encuentro y la proyección de la multitud a través de la reiteración de formas articuladas.
La relación entre el material y la obra, las cualidades intrínsecas del papel y el espejo, hacen a la obra. Confluyen entonces en estos artistas dos elementos coincidentes como formas de articular el espacio y la materia. Mientras la espacialidad de las obras proviene de fondos infinitos, inciertos y tan reales como imaginarios, la luz y el reflejo ser apropian del espacio y muestran las esquirlas de presencias fortuitas. Esta sincronía de espacio y materia crece en la repetición ordenada de pequeñas formas, en la capacidad inventiva del artificio, en el reflejo ilusorio y fragmentado. Un arraigo en la multiplicación de la que germina, irremediablemente, una multitud.
Clarisa Appendino
Agosto, 2021